
Artículo publicado el 09 de diciembre de 2021 en Diario SUR.
La disrupción tecnológica sigue impactando con tal magnitud que asistimos al nacimiento de dos nuevos grandes grupos sociales: los adaptativos y los inadaptados. Así, los países adaptativos son abiertos, cosmopolitas, flexibles, nada temerosos del cambio y muy competitivos frente a los inadaptados, que son cerrados, llenos de nacionalismos, políticas proteccionistas e identitarias. Y ya sabemos, con una leve mirada a la historia, cómo terminan los que toman derivas identitarias, sociedades empobrecidas y conformistas que se acostumbran a vivir de la beneficencia del resto.
Si pensamos en el principal causante de esta nueva estructura social, es muy probable que se nos venga a la cabeza el desarrollo de Internet, pues su implantación ha supuesto, de un golpe, el acceso de conocimiento técnico para la mayoría de la población, lo que ha desembocado en un incremento exponencial de nuevas tecnologías que han disparado la productividad a niveles inimaginables hace tan solo 20 años. De hecho, tal y como indica Norberg en ‘Progreso: 10 razones para mirar al futuro con optimismo’, tan sólo hace 150 años hacían falta 600 horas de trabajo para producir una tonelada de grano; hoy solo 6 minutos, una productividad 2.500 veces superior.
Además, es impactante que en los últimos 100 años se haya reducido el porcentaje de personas en el umbral de pobreza del 90% al 8%, por lo que un siglo es más generador de prosperidad y riqueza que los 1.921 años anteriores. Por tanto, tenemos que ser optimistas y pensar que seguiremos siendo capaces de prosperar y mejorar cada vez más la calidad de vida de todos.
Empero, la aparición de esta nueva estructura social encierra graves peligros silentes que merman lentamente a las sociedades occidentales en general y a España de forma especial pues no todas se adaptan a la misma velocidad. Un indicador clave de la amigabilidad con el sector tecnológico. España suspende drásticamente, pues en el seno de la mayoría de las familias se siguen decantando por elegir formación en las áreas sanitarias, administrativas o deportivas antes que en las tecnológicas. Además, las políticas educativas mantienen un debate desenfocado a los nuevos retos tecnológicos. Siguen los debates paleolíticos centrados en religión versus educación para la ciudadanía, uso del castellano y demás cuestiones de ideologización de la educación. Necesitamos que nuestros políticos centren el foco del debate educativo en repensar políticas para incrementar el capital humano, el empleo y la capacidad competitiva del país.
Actuaciones para el cambio desde el sector educativo
Para comenzar a mover el foco y orientar las políticas hacia ese objetivo, es clave terminar con la asfixia, inmovilización y constricción en las instituciones educativas públicas y privadas, tanto a la hora de adaptar los currículos académicos a las nuevas necesidades del mercado de trabajo, como de contratar a profesionales de reconocido prestigio para impartir clases.
Y es que el dinamismo y la velocidad del trabajo para adaptarse a todas las nuevas tecnologías unida a la lentitud en llevarlas a las aulas provocan que se siga aumentando la ‘brecha’ entre sistema educativo y necesidades del mercado de trabajo, con una disminución del potencial de empleabilidad de nuestros jóvenes, lo cual, irremediablemente desemboca en más paro y pobreza. Este explosivo cóctel molotov está provocando una excesiva tensión en la demanda de muchas profesiones relacionadas con el sector tecnológico que el sistema es incapaz de satisfacer.
Al mismo tiempo seguimos formando a un gran número de jóvenes en profesiones que han dejado o están dejando de existir y que irán directamente a las listas del paro. Ante este panorama de incertidumbre e insatisfacción, muchas sociedades se sienten perdidas e inadaptadas, generándose el caldo de cultivo perfecto para que proliferen populistas y toda clase de ‘salvadores’ que las polinizan con los típicos discursos del miedo y las habituales fórmulas mágicas del líder paternalista y protector, facilitando el nacimiento de fanatismos y políticas identitarias que traen inseguridad, racismo y pobreza. Y no piensen que esta situación está lejos, pues tanto en EE UU, como en Europa y España ya tenemos ejemplos claros de líderes extremistas.
A pesar de todo no soy apocalíptico, y creo que aún estamos a tiempo de frenar esta deriva sin necesidad de, como dice mi madre, «entrar como elefante en una cacharrería». Es decir, sin cambios bruscos que eliminen de un golpe todo lo bueno creado hasta ahora, que ha sido mucho. El problema es claro. La cuestión es que no sabemos por dónde ni cómo empezar a cambiar la situación. Para mí es clarísimo el dónde, pues tenemos que actuar en el epicentro del problema, enfocarse y trabajar en mejorar nuestro sistema educativo y sus políticas, el verdadero motor de cambio para revertir la deriva. En cuanto al cómo, creo que lo primero sería desplegar estrategias que generen la amigabilidad de nuestros jóvenes y sus familias en pro de la tecnología.
Con todo, la primera actuación es un clamor social y se viene reivindicando desde hace más de una década, la implementación de currículos relacionados con la tecnología en etapas tempranas, en primaria y secundaria . Son muchas las instituciones públicas y privadas las que estamos alzando la voz pero, más allá de loables acciones puntuales públicas y privadas en pro de fomentar esta perspectiva, necesitamos un Pacto Nacional de Educación. En esta misma línea, creo que es igualmente clave reivindicar dentro de la formación obligatoria materias relacionadas con la educación financiera pues nuestros niveles de emprendedores siguen siendo de los peores de la OCDE. Soy consciente que abordar estas cuestiones es altamente complejo después de años de letargo e inmovilismo, pero, o sacamos a la Educación de las batallas políticas y hacemos un Pacto Nacional, o habremos perdido la oportunidad de seguir siendo un país pujante y competitivo en la esfera mundial. Salud y fuerza para el camino.
Solo apoyando una tercera España se pueden afrontar esta situación y por lo que vemos no está la situación como tal . Los políticos en general solo tienen como objetivo vencer , no mejorar nuestra sociedad , entiendo tu reflexión pero solo LA GRAN COALICIÓN. , tipo MERKEL
Lo que planteas Paco existe en el mundo ideal donde los políticos miran por el bien de sus ciudadanos pero lamentablemente estamos dirigidos por políticos que sólo miran por sí mismos por sus bolsillos por sus egos y por seguir en el poder. Y para seguir en el poder necesitan una educación de borregos y no la educación que tú planteas Paco, porque eso haría que a medio plazo les quite el poder que tienen…