

Bajo la “igualdad” se encuentran arraigados un sinfín de políticos perniciosos utilizando el término como instrumento político de compra de voluntades o demonización de almas. De hecho, os puedo afirmar que, al menos a mi juicio, actualmente es la principal justificación de Pablo Iglesias para implantar sus políticas conducentes a mermar nuestras libertades. Me explico, tanto nuestro Vicepresidente segundo como su pareja, como buenos aspirantes totalitaristas, son fieles Sansimonianos, Fourieristas, Marxistas, en definitiva, fanáticos seguidores de cualquier pensador constructivista que a lo largo de la historia haya tenido como objetivo eliminar toda clase de desigualdad entre nosotros: propiedad privada, mercado, competencia, emprendimiento o iniciativa privada y finalmente la libertad en todas sus vertientes. Esa es la verdadera igualdad que ellos están buscando, la eliminación como seres humanos de toda expresión individual.
Nadie en su sano juicio, debería actualmente dudar de las buenas intenciones de socialistas científicos como Marx o Engels a la hora de realizar tan brillantes e importantes teorías en los ámbitos económicos, filosóficos y sociales. Por ende, tampoco deberíamos dudar que todas las aplicaciones de estas teorías a una sociedad real, siempre han terminado desembocando en la implantación de regímenes totalitarios en los que dictadura, pobreza, corrupción y muerte han sido sus principales valedores. Y estas querido lector, son las fuentes de las que se nutren Pablo Iglesias y su “tropa” para implantar su estado comunista en nuestro país. Como buenos Hegelianos tienen muy claro que para conseguir su fin es clave la creación de un grupo homogéneo y, por tanto, esterilizado de cualquier expresión individual. ¡Ah! y un matiz muy importante, esto de igualar a la sociedad siempre tiene que ser por abajo, es decir, haciéndonos a todos homogéneamente más pobres, elemento esencial para procesar más obediencia y sumisión al estado.
Por tanto, para conseguir su añorada sociedad borrega y gregaria, es decir, para volver a los tiempos de la tribu, tan magistralmente explicados por el profesor POPPER en su libro “Las sociedades abiertas y sus enemigos”, es esencial implementar políticas conducentes a incrementar paulatinamente el poder y el control del Estado. Esto les permite, por un lado, desplegar su maquinaria legislativa para ir mermando, a golpes de Decretos, las principales libertades individuales y, por otro, presentar al Estado como el todopoderoso “Pater” que piensa por ti, te protege y te evita los problemas de responsabilidad y rendición de cuentas que implica toda iniciativa individual. Así, pastilla a pastilla, están intentando transformar nuestra sociedad viva, optimista, racional y libre en la que: razón, creatividad e individualismo son las principales palancas para el desarrollo del libre comercio y la generación de riqueza; en una sociedad inmovilista, temerosa, pesimista, planificada y cerrada en la que el gran líder totalitarista, iluminado por algún tipo de derecho divino, está guiando a su rebaño hacia el camino de la salvación. Claro que todo esto, solo es posible con un plan simultáneo de control y manipulación de los medios de comunicación, de ahí, la obsesión de Iglesias por controlar la televisión y el Centro Nacional de Inteligencia.
Antes de terminar, quiero hacer una reflexión que eriza los pelos de nuestro Vicepresidente segundo con solo pasarle de refilón su aroma. El individualismo y la meritocracia son el mejor camino para proteger a nuestro colectivo, pues la competencia y el libre mercado que estos generan, son las principales palancas para que, vía impuestos, se proteja nuestro maravilloso Estado de Bienestar y, por tanto, a las personas o colectivos más desfavorecidos. Por lo que Individualismo y bienestar colectivo no son para nada valores antagónicos. De hecho, son absolutamente compatibles, pues una sociedad que aporta libertad para que cada individuo exprese libremente sus potencialidades generará una sociedad desigual pero mucho más rica, libre, justa y competitiva, siempre que se recuaden al mismo tiempo y por parte del Estado, una parte de esas riqueza para destinarla a los servicios básicos de los más desfavorecidos. La cuestión está en buscar un equilibrio entre libertad individual e intervencionismo estatista. Obvio que esto no lo he inventado yo, sino que existen algunos modelos exitosos en esta línea. Algunos le llaman socialismo moderno y otros social-liberalismo, a mí, que personalmente no me gustan nada las etiquetas ni los silos ideológicos, prefiero llamarlas políticas del sentido común, el civismo y la justicia social. La clave es crear un sistema en el que todos los miembros de la sociedad tengan las mismas oportunidades que el resto. El motor es un sistema educativo público muy potente y despolitizado, cuestión que se me antoja no solo actualmente, sino históricamente, muy complejo. Por tanto, ¡Viva la Igualdad!… de oportunidades, que no dé resultado.
Avisados estamos, y aunque no me gusta hablar de política creo que, dentro de las posibilidades de cada uno, tenemos la obligación de explicar y denunciar al lobo con piel de cordero que está actualmente en segundo plano dirigiendo los “hilos” en nuestro país. Nos dicen que es momento de estar unidos, que ya habrá tiempo para reflexiones políticas, pero mientras, están hablando ellos y planificando a sus anchas cómo aniquilar lentamente nuestra libertad. ¡Que no solo hablen ellos!. Mucha fuerza y ánimo para afrontar el duro camino que nos espera.