RESITUEMOS EN EL CENTRO A LA MERITOCRACIA Y AL ESFUERZO.
Pero ¿qué nos está pasando para estar imbuidos en el desbarajuste social y político que actualmente vivimos en España? A mi juicio es sencillo, después de casi prácticamente una década devaluando los conceptos de esfuerzo, meritocracia e individualismo comenzamos a sufrir las consecuencias de ello. No hemos entendido que estos tres valores son pilares fundamentales para construir sociedades sanas, transparentes, creativas, solidarias, competitivas y abiertas. Sociedades prósperas que potencien la igualdad de oportunidades y generen la capacidad económica suficiente para poder proteger a todas las personas y colectivos más desfavorecidos. Tengamos claro que potenciar al individuo no está reñido con la mejora del colectivo, la solidaridad y la protección social.
Anteponer continuamente el estado y la comunidad al individuo, la igualdad de resultados a la igualdad de oportunidades, y los derechos heredados al esfuerzo y el mérito, está provocando que una sociedad moderna, como lo fue la nuestra, derive en una sociedad cerrada, de ojerizas en la que se prioriza la protección sobre el avance y donde los movimientos destructivos, violentos y totalitaristas comienzan a encontrar camino. Son varios los episodios vividos últimamente en nuestro país como el del Aeropuerto del Prat, la huelga de taxistas en Málaga o la locura del proceso independentista de Cataluña.
Y es que la prosperidad vivida en los últimos cuarenta años en nuestro país ha ido acomodando nuestra visión del Estado de bienestar y generando una visión fundamentalmente asistencialista del mismo. Esto ha provocado que, en no pocas ocasiones, la consecución de determinados derechos no estén siendo acompañados de sus obligaciones correspondientes pues, como he comentando al principio, meritocracia y esfuerzo son vías trasnochadas para la consecución de los mismos. En parte, es una consecuencia social absolutamente lógica tras superar los casi 40 años de dictadura que se vivieron en España. Pero no creo que todos los que lucharon en pro de una sociedad pacífica, justa, libre, solidaria e igualitaria en las oportunidades quisieran crear un estado absolutamente asistencial, obeso de derechos y escuálido de sus correspondientes deberes y obligaciones.
“Necesitamos volver a generar los incentivos necesarios para que el talento se expanda y se potencien las capacidades individuales de cada uno de nosotros.”
Claro que en todo esto, la Política Educativa de nuestro país tiene un papel fundamental. Una Política Educativa gestionada de forma absolutamente cortoplacista y partidista. Con un discurso de todos los partidos políticos, no se engañen da igual el color, acomplejado y tibio con relación a estos tres valores, tiznándolos incluso en numerosas ocasiones con un aire fascista, están consiguiendo igualar a nuestra sociedad por abajo. Así, estirpando el esfuerzo y mérito de nuestras escuelas como mecanismos de progresión escolar están consiguiendo crear una sociedad igualitaria desprovista de todo tipo de incentivos para desarrollar el talento. Demonizado por tanto el concepto de desigualdad por méritos, muchos científicos, profesionales y empresarios empiezan a no encontrar suficientes incentivos en España para desarrollar sus proyectos y expandir su talento. Por lo que estamos creando el ecosistema perfecto para la fuga y destrucción de una gran parte del capital humano de nuestro país con su consecuente pérdida significativa de competitividad y riqueza de nuestra sociedad.
Pero todavía estamos a tiempo, necesitamos volver a generar los incentivos necesarios para que el talento se expanda y se potencien las capacidades individuales de cada uno de nosotros. Así, volverá a florecer la creatividad y la innovación generándose mayor productividad y riqueza. Esto permitirá crear un Estado de bienestar con la viabilidad económica adecuada para optimizar nuestra sanidad, educación, pensiones y todas las políticas sociales necesarias para atender a todas las personas y colectivos más desfavorecidos. A mi juicio, es un grave error perseguir el individualismo, pues es mucho más fácil ocultar la mala praxis detrás del colectivo. Además potenciando las capacidades individuales de cada uno de nosotros, dejando que meritocracia y esfuerzo reaparezcan, será mucho más fácil detectar al vago o el cara, a ese que siendo capaz no quiere aportar pero pide que lo mantenga papá o mamá Estado.
Otra reflexión en torno a la corrupción y el desmadre político que estamos viviendo actualmente. Antes de echar algún balón fuera y descargar todos nuestros males en nuestros representantes políticos deberíamos ser conscientes de que no son más que el reflejo público de nuestra sociedad civil. Seamos conscientes de que existen muy pocos incentivos y nada de meritocracia para acceder a la vida política, por lo que, o acceden personas con una vocación pública muy fuerte o una variopinta representación de sinvergüenzas. Desconozco cual es el porcentaje de cada una de estas especies actualmente, lo que sí soy es optimista y pienso que tenemos muchos más de los primeros. Además, nuestra justicia está actuando tarde pero eficazmente. Otra cuestión a debatir, y para mí muy necesaria, sería endurecer el código penal para desincentivar las malas prácticas en la vida política.
En definitiva, tenemos la obligación de recordar y retomar los valores de las sociedades modernas en la que se incentive el talento, la creatividad, la innovación y en la que los emprendimientos no se encuentren continuamente con medidas proteccionistas que pretendan frenar el progreso. En este tipo de sociedades, meritocracia y esfuerzo son parte importante de las principales palancas para avanzar y progresar tanto en el sistema educativo como en el mercado laboral. Todo ello nos permitiría generar la riqueza suficiente para sostener y optimizar nuestro magnífico Estado de Bienestar y habremos hecho compatible individualismo con protección social, solidaridad y bienestar colectivo.