La combinación de un sistema educativo excesivamente industrializado y normalizado como el nuestro, no adaptado a las nuevas necesidades del mercado laboral, junto con la resistencia de numerosos padres y alumnos a aceptar que las nuevas profesiones del futuro son otras diferentes a las que habitualmente fueron exitosas en el pasado, están creando toda una generación de jóvenes completamente infelices, deprimidos y estresados con sus estudios y/o sus trabajos. Si un joven estudia lo que más le gusta y lo aplica a los nuevos puestos exitosos obtendrán una vida mucho más satisfactoria. ¡Y es lógico! Puesto que gran parte de ellos son conscientes de que su futuro estará condenado a pasar más de 90.000 horas de su vida dedicadas a trabajar, en el mejor de los casos y para unos pocos afortunados que lo encuentren, en algo que no les gusta y con lo que no se sienten realizados ni felices. Este cóctel generador de infelicidad se convierte en una máquina destructiva de sueños y felicidad perfectamente engrasada cuando lo aderezamos con la poca o nula proactividad y determinación que, desde hace muchos años, vienen demostrando nuestros políticos para afrontar y legislar en torno a dos cuestiones claves de nuestro país, las Políticas Educativas y Laborales.

No podemos negar que una gran mayoría de nuestros padres, y no pocos jóvenes de nuestro país, siguen teniendo en la cabeza la concepción de que las profesiones de futuro que te permitirán acceder a una buena retribución económica para vivir holgadamente siguen siendo las mismas de 50 años atrás, es decir, arquitecto, abogado, maestro, etc. Actualmente existen datos suficientes para afirmar que la demanda laboral en estas profesiones es muy inferior al número de personas que estudia esta titulación y se gradúan cada año, por lo que son profesiones que se están convirtiendo en grandes puertos de llegada de jóvenes parados perfectamente preparados para un mundo laboral que dejó de existir. Por supuesto que este tipo de profesiones son magníficas y siguen siendo muy necesarias para nuestras vidas, pero no las puedes elegir por un antiguo concepto de “caché o glamour social” ya obsoleto, o porque pienses que esa profesión es la que más dinero te puede reportar a futuro. Si ambos conceptos están influenciando en tu toma de decisiones para elegir qué estudiar o donde trabajar estarás cometiendo un grave error. Si no estudias y trabajas en lo que te gusta, en tu verdadera pasión, lo normal será que seas muy mediocre con lo que estás haciendo, y lo peor de todo, eternamente infeliz.
LA OBSOLESCENCIA DE LOS CONOCIMIENTOS QUE ADQUIRIMOS
Debes ser consciente de que los conocimientos que aprendemos hoy estarán obsoletos, en su mayoría, en 5 años y de que el futuro profesional para el que te estas preparando hoy será distinto cuando llegues mañana. Ahora el futuro se describe con el acrónimo VUCA (volatility, uncertainty, complexity, ambiguity). El futuro es volátil porque todo cambia a pasos agigantados. Incierto, porque el exceso y la facilidad de acceso a la información determina un incremento de la incertidumbre para seleccionar la información relevante. Complejo, porque vivimos en un mundo totalmente interconectado y globalizado, en definitiva, en un sistema dinámico en el que un avance tecnológico, como la aparición de preparadores físicos virtuales, puede provocar la salida del mercado laboral de un gran número de personas y afectar al mismo tiempo a las finanzas de un país. Y ambiguo, motivado principalmente por la unión de complejidad e incertidumbre que nos complica mucho la tarea para determinar patrones de comportamientos relativamente estables. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en el año 2001, ha determinado que el aprendizaje nunca ha sido tan importante en la historia de la humanidad como hasta ahora, pues nos encontramos en un mundo que está cambiando cada vez más aceleradamente.
Concepto de inteligencias múltiples
Claro que la concepción de nuestro actual sistema educativo nos está ayudando bastante poco a resolver este problema. Comenzando desde la concepción del concepto de inteligencia sobre el cual se estructura y concibe dicho sistema, el cual la entiende como la capacidad de resolver un buen número de preguntas cortas en un tiempo determinado, por tanto acotando el concepto exclusivamente al cociente intelectual. En nuestros días se ha generado ya suficiente conocimiento para aceptar que existen mucho más tipos de inteligencias que la meramente referenciada al cociente intelectual, como la motriz, la musical, la social, la intrapersonal, etc. Uno de los principales representantes en esta línea de conocimientos es Howard Gadner, el cual identifica ocho tipos de inteligencias totalmente diferentes. Bajo esta perspectiva es muy posible que gran parte de los alumnos que pensamos que son malos estudiantes y no les gusta estudiar realmente no lo sean. Es decir, puede que nuestro sistema educativo, excesivamente normalizado e industrializado y claramente orientado hacia el desarrollo y evolución de un solo tipo de inteligencia, la lógico-matemática, esté desestimando y por tanto expulsando, o al menos no atendiendo adecuadamente, a un buen nutrido número de alumnos que tienen otra ponderación de inteligencias diferente a la lógico-matemática. Por tanto, y a modo de ejemplo, alumnos con una clara ponderación de sus inteligencias hacia la inteligencia corporal-cenestésica combinada con la lingüística verbal le costaría mucho estudiar matemáticas, física o química pero podrían ser magníficos profesionales del deporte y la educación física. Soy consciente de que el problema es un sistema complejo y dinámico, en el que intervienen simultáneamente diversos actores como la familia, los docentes, los amigos, etc., por lo que es injusto centrar el problema exclusivamente sobre nuestro sistema educativo. Pero no podemos negar que nuestro sistema educativo está actualmente excesivamente orientado a la inteligencia lógico-matemática dejando prácticamente sin espacio al resto de inteligencias. Nada más tenemos que ver la clara ponderación en la puntuación hacia la lógica–matemática que actualmente refleja las evaluaciones de Pisa, herramienta de control clave que actualmente utilizan los países para medir el nivel de competencia de su alumnado y demostrar el éxito de sus políticas educativas.
FUENTE IMPORTANTE DE GENERACIÓN DE INFELICIDAD LABORAL
Por otro lado, para mí, otra fuente importante generadora de infelicidad laboral es la falta de deseo de nuestros jóvenes en España por querer un trabajo independiente. ¡Sí! Como lo oyen, se ha vuelto a esfumar esa nueva sabia de jóvenes que anteponían emprender y tener un trabajo independiente a la seguridad laboral. Vamos, que nuestros millennials, generación nacida entre los años 1981 y 1997, se han proyectado 50 años atrás y vuelven a priorizar la seguridad del puesto de trabajo como un elemento fundamental para seleccionar profesiones y buscar empleo. De hecho, un reciente estudio publicado en la revista Harvard Business Review unido al realizado por la consultora internacional Manpower Group ha terminado de dilapidar la imagen romántica de los Millennials, a los que se les suponía una preferencia del tiempo libre y de la independencia en el trabajo muy por encima al sueldo y la seguridad. De hecho el 87% de ellos declara como un elemento clave a la hora de buscar y seleccionar un empleo la seguridad en el puesto que pretenden ocupar y, el 92% sitúa la retribución como variable clave para su elección, muy por delante de la flexibilidad horaria o el tiempo libre. En definitiva, tenemos nuevamente una generación cuyo principal objetivo laboral de su vida es ser funcionarios y tener un trabajo seguro con lo que el emprendimiento e independencia laboral quedan muy alejadas de sus pretensiones. Y, ¿qué queremos? Pero si nuestros jóvenes están creciendo en un país que, según el informe “Doing Business del Banco Mundial de 2014”, sitúa a España en la posición 136 entre 185 países respecto a “facilidades para comenzar una empresa o negocio en el país”. En este informe España se encuentra, por ejemplo, por detrás de países como Afganistán o Azerbaiyán. En cuanto al “número de procedimientos para comenzar un negocio”, estamos en el puesto 111, y en cuanto a la variable “carga regulatoria que tiene que soportar la empresa” estamos en el puesto 120. Con estos números no es difícil dilucidar que posiblemente sea España el país occidental donde más difícil resulte realizar un emprendimiento. Ya, ya… la culpa de estos datos tan pésimos al final la tendrán también nuestros jóvenes. Probablemente es por eso que nuestra sociedad innove y emprenda poco, no porque no tengamos capital humano, que de formación y de creatividad reboza España, al menos a mi juicio, sino porque no se legisla para crear un ecosistema que propicie y promueva el emprendimiento. Parece que a nuestros políticos les diera miedo iniciar políticas encaminadas a fomentar una sociedad abierta, libre, optimista y orientada al emprendimiento. ¿Por qué no se estudia emprendimiento y finanzas básicas para tu vida diaria en la escuela? , pero si es algo con los que todos nos enfrentamos día a día, pensamiento estratégico para la toma de decisiones, valoración de riesgos, préstamos, hipotecas, etc. A todos nuestros partidos políticos se les llena la boca con lustrosas palabras pidiendo que emprendamos e innovemos, pero ni nos enseñan ni legislan para facilitarnos ese proceso. Sirva a modo de ejemplo la última Ley de Emprendimiento, donde se siguen sin resolver lo que para mí son los tres principales problemas con los que se enfrenta una persona en España cuando quiere emprender: elevada burocracia, elevados costes de implantación y gravísimos problemas de acceso a la financiación de proyectos o ideas para alguien que no cuente con un respaldo económico inicial. Antes de finalizar esta reflexión quiero realizar un ruego, por favor no tiznen esta reflexión de ningún color político, práctica muy normalizada por desgracia en nuestro país, lo único que pretendo es llamar la atención sobre algunos aspectos que considero claves y que ningún partido, al menos desde mi punto de vista, ha abordado con la seriedad y contundencia que requiere este problema en los últimos 25 años.
Por último, deciros que yo me declaro como un “optimista generacional” y siempre pienso que las generaciones que vienen son muy superiores, mucho más adaptativas y comprometidas con su entorno de lo que lo es la mía y fue la de mis mayores. El problema principal es que como no logramos comprender cuáles son los verdaderos motores de acción de nuestros jóvenes, sus motivaciones, cómo se comunican y qué desean tendemos a minusvalorarlos y entonces aparecen irremediablemente esas odiosas expresiones tales como “esto no es como antes, antes había mucho más”, que no hacen más que confirmar nuestra resistencia al cambio e incapacidad de empatizar con nuestros jóvenes. Queridos jóvenes fórmense en lo que aman, en su pasión, y entonces descubrirán el verdadero potencial de sus capacidades y serán eternamente felices.