Cuando un docente entrenador se plantea un trabajo a nivel de capacidades condicionales con niños en edades prepuberales (antes de la llegada de la pubertad o maduración sexual, momento en el que se produce la explosión hormonal), surgen numerosas dudas en torno a la idoneidad de aplicación de entrenamiento de fuerza. A priori, puede que lo primero que se nos venga a la cabeza sea realizar un trabajo aeróbico de baja o media intensidad combinado con una serie de ejercicios de coordinación, ajuste postural y concienciación de nuestro propio cuerpo alejándonos en todo momento de cualquier trabajo que pudiera implicar una activación predominante de los procesos glucolíticos anaeróbicos (ejercicios con falta de alta intensidad y poca duración en deuda de oxígeno). Si a este hecho, le unimos el gran numero de prejuicios y mitos que se han ido elaborando a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, en torno al trabajo de fuerza en edades prepuberales, nos encontramos con que normalmente un docente o entrenador tiende a alejarse de un trabajo específico de fuerza. Fue en los años 70 cuando se empezó a generar la idea de que el entrenamiento de fuerza en prepúberes no era recomendable. Por un lado, existía una motivación de rechazo social motivada por los excesos de carga de entrenamiento que los paises, principalmente los comunistas, aplicaban sobre sus deportistas jóvenes, y por otro, por la aparición de algunos trabajos científicos de la época apuntando que el bajo nivel de andrógenos circulantes impedirían el desarrollo de la fuerza en niños y que su entrenamiento favorecía la aparición de lesiones en el sistema músculo-esquelético además de perjudicar el crecimiento (Mero y col, 1989, Kraemer y Fleck, 1993, Vrijens 1979, etc.). Todo ello generó una tendencia de pensamiento en el entrenamiento de la fuerza en niños con el siguiente posicionamiento:
1. La fuerza muscular es una cualidad no entrenable antes de la pubertad.
2. El entrenamiento de fuerza disminuye la flexibilidad articular, interfiere en el crecimiento y es causa de numerosas lesiones.
3. El entrenamiento de la fuerza afecta negativamente sobre el corazón del niño.
En contraposición a todos los argumentos anteriormente planteados se inician a principios de los años ochenta una serie de trabajos en los que se cuestionan y demuestran los errores de base que se cometieron en los años 70 (Wescott 1979; Blanksby, 1981, Weltmann, 1986; Sewal & Micheli, 1986; Ramsay, 1990; Izquierdo e Ibáñez, 2000; etc.).
ENTONCES ¿RECOMENDAMOS EL ENTRENAMIENTO DE FUERZA EN EDADES PREPUBERABLES?
Por tanto, iniciemos la siguiente reflexión con la siguiente afirmación, sin ningún género de dudas, por mi parte, “realizar en edades prepuberales entrenamiento de fuerza no sólo no es contraproducente, sino que además es recomendable, tal y como ha demostrado la bibliografía científica y la práctica”. Esta afirmación esta actualmente fuera de cualquier debate, otra cuestión muy distinta será analizar la idoneidad del tipo de entrenamiento de fuerza que debemos aplicar en estas edades. Por lo que no es comprensible que actualmente un número no despreciable de entrenadores sigan actualmente dudando sobre su aplicación instalados todavía en planteamientos de los años 70. Con relación al primer punto que se argumentaba en los años 70 simplemente comentar la evidencia de que un niño en su etapa prepuberal es menos entrenable, en términos de ganancias absolutas de fuerza, que un adulto pero no es menos cierto que como mínimo es igual de entrenable en términos de ganancia relativa de fuerza, es decir, con relación a su peso corporal, los niños obtienen las mismas o mayores ganancias de fuerza que las que registran los adolescente o adultos tras ser sometidos a una planificación de entrenamiento de fuerza. Por tanto, no podemos afirmar que en estas edades la fuerza no es entrenable. Con relación al segundo punto, actualmente podemos afirmar que si sometemos a los prepúberes a programas de entrenamiento de fuerza disminuiremos el riesgo potencial de lesiones a las que se verá sometido a lo largo de su vida. En estas edades el entrenamiento de fuerza tiene un claro papel en la prevención y/o recuperación de lesiones. Este efecto positivo se debe principalmente al fortalecimiento que este tipo de entrenamiento genera sobre las estructuras de soporte (ligamentos, tendones y huesos), a la capacidad del músculo entrenado de soportar más carga y al desarrollo y mejora del balance muscular alrededor de las articulaciones. De hecho, hoy día sabemos que si desarrollamos cargas mecánicas adecuadas en el tejido se hipertrofia y reorganiza para reducir el estrés mecánico al que normalmente está sometido. Además, durante la actividad muscular de altas velocidades y baja carga el músculo facilita el llenado y vaciado de las venas intraóseas actuando como una especie de bomba, es decir, el músculo durante la relajación provoca un vaciamiento de las venas intraóseas mientras que durante la contracción envía una mayor cantidad de sangre favoreciendo su llenado, lo cual incide de forma indirecta en un incremento de la síntesis de la matriz ósea y su posterior mineralización. Yaaa! lo sé, y la cuestión de que el entrenamiento de fuerza interfiere en el crecimiento ¿que? Cierto que durante el entrenamiento de fuerza en en estas edades debemos tener especial cuidado con el efecto que las cargas de entrenamiento pueden provocar sobre los cartílagos de crecimiento y las posibles fracturas epifisales. En esta línea, deciros que cargas de compresión en los cartílagos de crecimiento estimulan su acción por lo que con lo único que debemos tener especialmente cuidado es con no planificar ejercicios que generen cargas de cizallamiento, de otra manera, si planificas saltos, hazlos verticales y no horizontales buscando que las mayores fuerzas que se genere sobre las estructuras sean las de compresión. Y en cuanto a la carga siempre cargas bajas o medias-bajas buscando realizar los ejercicios con la máxima velocidad que te permita la carga. Y en cuanto al tercer argumento, por supuesto que el entrenamiento de fuerza supervisado de forma adecuada no conlleva ningún efecto perjudicial sobre el sistema cardiorrespiratorio, la presión sanguínea o el corazón. Está sobradamente demostrado que realizar ejercicios de fuerza con cargas medias o bajas a velocidades máximas mejoran la tensión a través de la mejora de la elasticidad del sistema cardiovascular, relajación y mejora del sistema parasimpático al tiempo que fortalecemos el músculo cardíaco (Blimkie, 1993; Sale, 1989). Además existe una cuestión por lo que es indispensable realizar entrenamientos de fuerza explosiva por la vía de la velocidad en estas edades. Esto es el hecho de que el periodo sensible (de mayor entrenabilidad) para la mejora de la velocidad de conducción nerviosa de las motoneuronas que inervan los musculos es entre 9-11 años de edad. Sabiendo que esto es el principal motivo de las adaptaciones de fibras lentas a rápidas, tenemos el indicador más adecuado y definitivo por el que obligatoriamente tener que realizar ejercicios de fuerza explosiva por la vía de la velocidad en estas edades. Por tanto, es en este rango de edad en el que podemos inducir más cambios estructurales sobre las unidades motoras que controlan los músculos, las cuales, son las principales responsables de nuestra distribución de tipos de fibras (Generelo y Tierz, 1992; Loko, 1996; Viru y col, 1996, etc). Queda claro que el trabajo de fuerza debería ser principalmente el de fuerza explosiva por la vía de la velocidad y que todos los ejercicios que el entrenador desarrolle en estas edades deben ser en forma de juegos con una serie de reglas que nos permitan controlar las velocidades y los tiempos de descanso. A modo de ejemplo, tendremos el juego del “pañuelito” en el que el entrenador puede controlar las distancias a recorrer y los periodos de descanso. Por último, comentaros que, lejos de realizar un artículo técnico, os he dejado referenciados algunos de los primeros artículos publicados en cada línea, a modo de curiosidad para quien pretenda profundizar un poco más en los inicios de ruptura del mito de no entrenar fuerza en edades prepuberales, de ahí que la mayoría de las referencias sean tan antiguas.
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