Fue Hipócrates (460 a.c.-370 a.c.) el primero en anunciar que la enfermedad no era un mecanismo de castigo inflingido por los Dioses sino más bien la consecuencia de someter a nuestro organismo a factores ambientales que lo perjudicaban. Entre estos factores destacaba principalmente la inactividad y la inadecuada alimentación. Actualmente, la mayoría de las enfermedades crónicas (diabetes, enfermedades coronarias, dislipemias, artritis, etc.) son bien conocidas por el colectivo médico tanto en su patogénesis, diagnóstico y tratamiento farmacológico. Dicho colectivo también asume como principal mecanismo generador de dichas enfermedades el SEDENTARISMO. Mecanismo que se hiperboliza si le unimos una NUTRICIÓN inadecuada. Estos principios, establecidos en pleno Siglo XXI nos describe, sorprendentemente, el mismo ecosistema expuesto por Hipócrates en la antigua Grecia. La bibliografía científica actual comienza a centrar y aceptar al EJERCICIO FÍSICO como principal mecanismo de prevención para la mayoría de las enfermedades crónicas y como elemento clave del proceso recuperador o amortiguador de la involución sistémica que se produce una vez iniciada la enfermedad. Y esta aceptación está ocurriendo justo en el momento en el que el abuso descontrolado de fármacos está comenzando a ser un problema mundial. Problema que está generando una disminución de la capacidad de nuestro organismo para defenderse y autoregularse ante agentes externos, debilitando por tanto de forma significativa nuestro sistema inmunológico. A modo de ejemplo, el consumo desorbitado e innecesario de antibióticos está creando toda una generación de nuevas bacterias que nacen como consecuencia de la adaptación de éstas a los principios activos a los cuales están siendo continuamente sometidas. Existe una dato muy alarmante que aportó una comisión que el gobierno británico generó en el verano del año 2014 en la que se concluye que en el año 2013 se produjeron en Europa 50.000 muertes por causas de resistencias bacterianas a los antibióticos actuales, estimando además que esta cifra podría aumentarse hasta los 10 millones de muertes por esta causa para el año 2050. Es necesario comunicar y advertir que la excesiva farmacoterapia o administración exógena de medicamentos, que actualmente están demostrando la mayoría de las sociedades desarrolladas o en vías de desarrollo, están creando unos niveles de dependencia, atrofia funcional y debilidad inmunológica que pueden desencadenar en nuestro organismo una serie de consecuencias totalmente imprevisibles. Tenemos que concebir, visualizar y entender a nuestro organismo como a una farmacia natural e intrínseca con la que nacemos, y al entrenador deportivo como al experto prescriptor que, a través de la manipulación científica de los ejercicios, consigue de nuestro organismo de manera natural los medicamentos necesarios para prevenir, recuperar u optimizar nuestros niveles actuales de salud. Nuestros sistemas funcionales, bioquímicos y humorales tienen la capacidad de suministrarnos, en una gran variedad de patologías, especialmente las crónicas, los fármacos necesarios para mejorar nuestro estado de salud. Evidentemente, con esta afirmación no pretendo renegar de la importancia de los fármacos y de su industria que tantas vidas ha salvado y sigue actualmente haciéndolo, ni tampoco pretendo dar a entender al lector que en la mayoría de las enfermedades crónicas el ejercicio eliminaría el uso farmacológico para el control de las mismas. Lo que si pretendo es alertar del uso desmesurado que actualmente se está haciendo de los fármacos y de que, en la mayoría de las enfermedades crónicas, el ejercicio físico puede en gran parte reducir la ingesta del número de medicamentos o, al menos, de su cantidad diaria. Cuestiones ambas que afectarían de forma negativa a los ingresos de las industrias farmacéuticas. Por tanto, a mi juicio, el Ministerio de Sanidad debería tener la obligación, a través de sus políticas de salud pública, de fomentar la práctica de ejercicio físico tanto en su vertiente preventiva como en la recuperadora. Esto nos conduciría, con paciencia y visión largoplacista, a generar una reducción de los costes sanitarios y farmacológicos actuales de forma considerable. No quiero finalizar esta reflexión sin esbozar, al menos en líneas generales, las tres líneas de actuación iniciales que considero podrían iniciar el camino hacia una sociedad más sana y feliz:
- Generar estrategias de comunicación y sensibilización de la sociedad sobre la importancia de realizar ejercicio de forma habitual como principal herramienta para combatir el sedentarismo y prevenir la aparición de enfermedades crónicas.
- Facilitar el acceso y financiar total o parcialmente, a partir de un análisis previo de la renta disponible del enfermo, la realización de programas de ejercicios físicos como elemento clave para la mejora de su salud y de la reducción de la prescripción farmacológica de los enfermos crónicos.
- Eliminar el IVA a la práctica deportiva y darle a la práctica deportiva el mismo tratamiento impositivo que actualmente se le da a la sanidad.
Titulaciones relacionadas con este artículo
Deja un comentario