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EL ORGULLO DE SER DOMINGUERO

Espero que mis amigos del blog no piensen que, con esto de los calores de agosto, se me ha ido la cabeza un poco más de lo que normalmente se me suele ir. Lo cierto es que aprovechando este singular mes, cuya nomenclatura se utiliza en el calendario romano en honor a Octavio Augusto, quería compartir con vosotros una reflexión un poco más personal, alejada del ámbito académico, sobre el término dominguero. Quizás consecuencia de mi niñez, pasando esos largos días de verano con mi familia en las playas de Torremolinos y del Rincón de la Victoria a principios de los años ochenta, me vienen continuamente en estos días innumerables recuerdos de nevera, sandía enterrada en la playa, castillos de arena, bocadillos, tomates con sal, tortillas, espetos de sardina y ensalada malagueña de patatas con naranjas. ¡Dios mío! Pero qué niñez y adolescencia más feliz he tenido pasando los domingos enteros con mi familia y amigos desde tempranas horas de la mañana hasta que el sol de Don Augusto nos abandonaba. El pasado domingo estaba con unos conocidos pasando un rato en la playa y se produjo la siguiente conversación: “Estoy cansado de tanto dominguero con tanto niño y tanta tortilla de patatas. Es que montan verdaderas tiendas de campaña en la playa. Esto no es su casa, que se vayan a comer a casa y pasen un ratito de relajación en la playa. No dejan vivir a nadie. La playa es un sitio público, que poca clase hay en Málaga…”. Ruego me perdonen por no transcribir mi respuesta, simplemente decir que en menos de cinco minutos mi mujer, mi pequeña y yo estábamos abandonando nuestra placentera tarde de playa. Hace al menos una o dos decenas de años, se viene observando cierta animadversión hacia el concepto “dominguero”, dotando al adjetivo de cierto  matiz retrógrado o antiguo. En definitiva, relegándolo a un hábito de clases humildes que no tienen otra posibilidad económica que pasar un día entero en la playa o el campo con la comida traída de casa. Cierto es que la  Real Academia de la Lengua (RAE) le aporta ese matiz despectivo al referirse a conductor inexperto. Pero su definición como adjetivo es: “Dicho de una persona que acostumbra a componerse y divertirse solamente los domingos o días de fiesta”. La verdad es que la definición “lo clava”, al menos con el comportamiento de mi familia que, como otras tantas familias españolas, solamente podíamos salir los días de fiesta o los domingos, tanto por nuestra economía familiar como por las características del trabajo de mi padre, que el resto de días se los pasaba trabajando desde primeras horas de la mañana hasta altas horas de la tarde. Espero que los ilustres señores de la RAE que definieron el término lo entendieran como la única posibilidad de descanso y de ocio que tenían la mayoría de las familias españolas en los años 80 y, otras muchas no podían gozar ni si quiera de esos momentos de ocio y de descanso. Por ello, creo razonable pensar que se podría haber cambiado el término “acostumbra” por “que solamente puede”. No pretendo, ni de la manera más remota e indirecta, intentar corregir a los señores de la RAE, pero sí llamar la atención sobre las connotaciones sociales que parecen ir asociadas al término como consecuencia del uso y la costumbre de la palabra. Tampoco pretendo priorizar unos hábitos sobre otros generando una especie de ranking en el que se demonicen algunos hábitos de vida, pero sí reflexionar sobre lo que posiblemente nos estamos perdiendo dejando de lado esta tradición. España en general y muy especialmente Andalucía, es una tierra en la que naturaleza y clima generan durante grandes periodos de tiempo condiciones magníficas para pasar días enteros de ocio y tiempo libre en el campo o en la playa. Estas condiciones climáticas y geográficas unidas a las condiciones económicas, han sido las bases sobre las que numerosas familias hemos estado utilizado los festivos y domingos como el momento semanal de encuentro con nuestras familias y seres queridos. Por tanto, el “dominguero” es un uso o costumbre que forma ya parte inherente de nuestro acervo cultural, de nuestra forma de divertirnos y comunicarnos con familiares y amigos durante toda una jornada festiva. Un hábito que utiliza estos días como vehículo para compartir y convivir. Nos compadecemos por la preocupante falta de comunicación en el ámbito familiar y de las relaciones sociales. A pesar de nuestra queja seguimos adquiriendo e inculcando hábitos de vida que siguen fomentando esta pérdida. Creo conveniente en este punto destacar que no me estoy refiriendo a ningún concepto de familia concreto, queridos amigos, en este aspecto, el que ustedes prefieran y con el que se encuentren más felices, la tolerancia y la libertad de elección son cuestiones morales que no estoy dispuesto a poner en debate. Volviendo a la reflexión, ¡claro que es muy complicado! si vivimos en una sociedad en la que impera la idea, para los que seguimos teniendo todavía la suerte de mantener nuestro puesto de trabajo, en la que las personas que conforman la pareja tienen el deber de trabajar para poder mantener la familia. Esto provoca irremediablemente que no podamos ver y comunicarnos con nuestros hijos y muchas veces ni a nuestra propia pareja. Actualmente la mayoría de nuestros hábitos de reunión no contienen los requisitos necesarios para generar una verdadera comunicación y convivencia. Es precisamente el “tiempo de compartir y de reunión” con los tuyos uno de los principales requisitos para fomentar la comunicación y, por tanto, una de las principales fortalezas del hábito de ser dominguero. Ser dominguero, significa reunión en torno a la mesa, o a las toallas, para charlar de forma distendida y poder mirar tranquilamente a los tuyos, para pensar pausadamente, para tener tiempo de preguntar lo mismo cien veces, encontrar ese momento centrípeto y recuperar el tiempo que continuamente perdemos de convivencia con los seres queridos. Otra de las fortalezas del hábito de ser domingueros, me atrevería a decir, al menos a mi juicio, reside en que son personas inteligentes desde una perspectiva económico financiera. Es decir, que consiguen satisfacer sus necesidades de ocio  y diversión con bajo coste mejorando significativamente sus posibilidades de conseguir generar ahorros. Sé que nuestra sociedad continuamente está aportando valor a cualquier hábito en el que la superficialidad y la apariencia social estén presentes. Es posible que la mayoría de los recetarios de estereotipos o modelos sociales que actualmente son valorados en nuestro país suelan estar acompañados de numerosos lujos y de conductas a prueba de muchos euros. Por ello reivindico, espero lo entiendan en un tono totalmente cariñoso,  mi posición de dominguero como hábito aconsejable para mejorar la convivencia con tus seres queridos y optimizar tus finanzas.

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